8/1/08

¿En cuál mundo amanecí hoy?

Los órganos sensoriales están en constante actividad, aún cuando dormimos, sólo que la información que transmiten desde el exterior -estímulos- no es procesada en el área consciente y su capacidad está disminuida o trabajando desde otro nivel fisiológico.

Cada despertar nos representa sus propios escenarios que pueden ser desde una continuación del ayer hasta otros totalmente distintos.

Si la representación del mundo de hoy es semejante a la de la mayoría de los días, seguimos adelante con nuestra rutina, si no lo es, entonces al cambiar la información -o su interpretación- necesariamente sucede lo mismo con la reacción correspondiente -respuestas, conducta-.

No vemos con los ojos, sino a través de ellos. Funcionalmente vemos, oímos, sentimos, olemos y saboreamos con el cerebro.

Los estímulos que ingresan a través de los órganos sensoriales, son transformados en señales físicas y químicas que al llegar a las áreas que les corresponden en el cerebro, son decodificados e interpretados para darles significado. La información se filtra y se evalúa y el resultado se traduce en una serie de respuestas, dependiendo del grado de intensidad de los estímulos y por supuesto, de su catalogación, es decir, de su proyección hacia nuestra consciencia como algo agradable, desagradable o indiferente.




Dentro de estos procesos, influyen de forma determinante los contenidos almacenados en la memoria, a nivel consciente o subconsciente, toda la información registrada adquirida por las experiencias previas y que el cerebro relaciona según su categoría, el estado físico y mental del momento, la energía disponible en el organismo y diversas estados fisiológicos. Puede suceder que las impresiones -que en otros momentos se dieron en entornos semejantes al actual- y nos causaron placer, ahora nos causen desagrado, o a la inversa.

La realidad objetiva no existe allá afuera tal como creemos, sólo existe la interpretación subjetiva que depende de la programación preexistente en el cerebro. Por esa razón cada individuo interpreta la realidad en una forma única, y aunque se asemeje a la de otros individuos, tiene su sello propio que lo distingue con mayor o menor variación en el conjunto social al que pertenece.

El mapa neuronal se empieza a formar durante la gestación e independientemente del código genético interno que dirige la formación y desarrollo del cuerpo, también recibe influencias -estímulos- desde el exterior.

Además de las sustancias alimenticias que se incorporan a través de la digestión y la asimilación, también todas las impresiones que se reciben desde este momento y durante toda la vida, son transformadas en sustancias químicas, pasando a formar parte de nuestras células. Cada experiencia aporta algo nuevo, así se van creando también respuestas automáticas a estímulos específicos, mismas que se modifican o se conservan dependiendo de su ambiente social: el hogar, la escuela, donde vive, etc.

La realidad absoluta es una sola y no la podemos conocer en su totalidad por nuestras características perceptivas y se refleja en múltiples formas, tantas como seres humanos habemos. Percibimos sólo fragmentos que además se transforman una y otra vez, tanto, que pareciera que la realidad evade a nuestra percepción.

Entonces ¿cómo puede ser una realidad objetiva algo que cambia todo el tiempo? No es así, lo que cambia es el espejo de mi consciencia que refleja esa realidad y no la realidad misma. Los procesos neuronales de mi cerebro cambian o pueden cambiar independientemente de la realidad exterior.

Y ¿cómo podremos conocer lo más cercano a la realidad misma? Debemos observar con atención, evitar reaccionar automáticamente a los estímulos del momento, tener consciencia de lo que percibimos, no sólo su forma, su color, su tamaño, su sonido, su significado aparente, es decir, su imagen. Esforzarnos por ir más allá de la cubierta, hacer contacto con el centro mismo de la realidad, con su origen, su propósito, es decir, con su esencia. Ésta no cambia, ya que es absoluta.